La fiebre amarilla en el siglo XIX

Montevideo, 1857  -  Buenos Aires, 1871

Durante gran parte del siglo XIX, el conocimiento de la fiebre amarilla era escaso o incluso erróneo. No se sabía que la infección era causada por un virus ni tampoco que la transmitía un mosquito, el Aedes aegypti. Se diagnosticaba en base a los síntomas, y se llamaba también vómito negro por el color que le daba la sangre al vómito cuando el daño hepático ya era grave. También se conocía como fiebre gástrica, fiebre hepática, tifus icteroides o amarílico, y no era fácil diferenciar clínicamente a la fiebre amarilla de la fiebre tifoidea y del cólera. De hecho para algunos médicos, las tres eran manifestaciones diferentes de una misma enfermedad infecciosa. Sin embargo, con el tiempo se afianzó clínicamente gracias a la práctica de las autopsias científicas y forenses.

En el siglo XIX se pensaba también que el contagio era por contacto directo de una persona sana con otra enferma, o por sus ropas u objetos, así que se utilizaba la cuarentena para aislar a las personas con síntomas que llegaban en los barcos, se apelaba a los lazaretos para enviar allí a los enfermos y se procedía a la quema de enseres de quienes morían.

También estaba la teoría "miasmática" que sostenía que las condiciones atmosféricas, especialmente los vientos, trasmitían de un lugar a otro los "miasmas", como se llamaban a los vapores tóxicos emitidos por materia en descomposición, que difundían la enfermedad en el ambiente. Por eso también se consideraba la colocación de un cordón sanitario, como fue adoptado a mediados del siglo XIX por las autoridades de Florida y Maldonado, para proteger a la población.

En Montevideo, los documentos de la Junta de Higiene Pública —la autoridad sanitaria gubernamental de la época— sostenían, por ejemplo, que se trataba de una fiebre gástrica y no mencionan el nombre "fiebre amarilla".

Montevideo, 1857

La primera gran epidemia ocurrida en Montevideo fue causada por la fiebre amarilla en 1857. Antes se habían se registraron otros brotes menores, un par a principios de ese siglo y otro más importante entre fines de 1855 y principios de 1856.

La enfermedad era endémica en algunos puertos de Brasil, y en 1857 había un importante brote en Río de Janeiro, donde hacían escala muchos de los barcos que luego llegaban a Montevideo. Las personas que viajaron enfermas, junto a la presencia del mosquito Aedes aegypti, causaron la propagación de la fiebre.

A través del Ministerio de Gobierno, la Junta de Higiene Pública tenía conocimiento de la situación en Río de Janeiro, y si bien se realizaron controles sanitarios a los barcos procedentes de Brasil, la enfermedad pronto llegó a Montevideo, adonde ingresó por los barrios cercanos al puerto: la Dársena y Cubo del Norte.

En el brote de 1855/1856 murieron unas 900 personas, entre ellas, el médico Teodoro Vilardebó, primer médico uruguayo que realizó estudios completos y se graduó en la Facultad de Medicina de París, que falleció con 52 años en marzo de 1956 mientras atendía a la población. Igual que él también murieron otros médicos. Vilardebó, que hoy da nombre al hospital psiquiátrico de Montevideo, se dedicó también a la historia natural, a la geografía y al estudio de fósiles, y muy especialmente a la política sanitaria; incluso él sospechaba que la fiebre amarilla era causada por un germen invisible. A Vilardebó se sumó la muerte del vicario apostólico de Montevideo, José Benito Lamas, quien también se contagió en una de las visitas a enfermos.

En 1857, entre marzo y junio la fiebre amarilla volvió a propagarse por Montevideo, y de los 20.000 habitantes que tenía entonces el casco urbano, unos 2.500 murieron por la enfermedad. Según el censo de 1859, en esos años vivían en el país 214.000 personas.

Mientras duró la epidemia, el Hospital de la Caridad (hoy Hospital Maciel) saturó sus salas y hasta pasillos con los enfermos. Este hospital había sido fundado en 1788 por Mateo Vidal y Francisco Antonio Maciel, llamado el padre de los pobres, y la administración interna estaba a cargo de las Hermanas de la Caridad.

En tanto, muchas personas huyeron a lo que entonces eran las afueras de la ciudad: el Paso Molino y la Unión.

Una segunda epidemia ocurrió a finales de 1872 y principios de 1873, pero fue mucho menos mortal que la primera, con 470 fallecidos (0,45% de la población urbana del departamento), detalló el médico e historiador Washington Buño en "Una crónica de Montevideo de 1857: la epidemia de fiebre amarilla", publicado por la editorial Banda Oriental en 1983. Buño fue profesor titular de Histología y Embriología de la Facultad de Medicina, y decano de esa casa de estudios entre 1963 y 1966.

Desde 1852, a impulso de empresario uruguayo Juan José de Arteaga, en Montevideo se construía la primera red cloacal de América del Sur, cuyas obras se extendieron varias décadas. Al momento de la epidemia se estableció apurar los trabajos para reducir la contaminación urbana, eliminar los terrenos anegados, mejorar la recolección de basura, continuar el empedrado de las calles centrales, quemar las casillas de madera donde vivían varios de los enfermos y evitar el hacinamiento en conventillos, entre otras medidas impulsadas por la Junta de Higiene Pública.

Los ranchos se quemaron para eliminar los miasmas, se prohibieron los velorios de cuerpo presente y se recomendó a la población mantener la higiene personal mediante el uso frecuente de baños, mantener una dieta adecuada, ventilar las habitaciones, evitar el hacinamiento en los dormitorios, realizar la extracción diaria de la basura, cubrir las letrinas y blanquear las casas, entre otras.

Buenos Aires, 1871

Según los registros históricos, la fecha de inicio de la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires fue el 27 de enero de 1871 con tres casos identificados por el Consejo de Higiene Pública de San Telmo.

En los conventillos de ese barrio y de Monserrat surgieron los primeros enfermos pero la epidemia pronto se extendió a toda la ciudad. Los más afectados fueron los inmigrantes pobres, por eso, casi 5.000 de las 13.614 personas que murieron por la enfermedad eran italianos, seguidos por franceses y españoles.

De hecho, de los 180.000 habitantes que tenía Buenos Aires en ese año, la mitad eran extranjeros (italianos en gran medida, luego españoles y unos pocos afroamericanos).

A nivel urbano, la ciudad no contaba aún con una red cloacal completa, abundaban los pozos negros que contaminaban las napas de agua, la recolección de residuos no era sistemática y la basura se usaba para rellenar las calles o se acumulaba en los barrios bajos, donde vivían los inmigrantes que llegaban desde Europa. En tanto, los saladeros ubicados en el sur arrojaban los desperdicios en la cuenca del riachuelo.

Así, las condiciones higiénico-sanitarias de la cuidad fueron caldo de cultivo para la proliferación de la epidemia de fiebre amarilla que en los últimos meses de 1870 ya había cobrado miles de víctimas en Paraguay y en la provincia argentina de Corrientes.

En Buenos Aires, el impacto se potenció cuando coincidieron la llegada a de los soldados que habían luchado en la Guerra de la Triple Alianza (Paraguay), una gran invasión de mosquitos registrada ese verano —que presuntamente llegaron en barcos procedentes de Asunción junto con los combatientes— y el hacinamiento de los inmigrantes europeos en los conventillos.

La epidemia duró casi un semestre, y fue tal el impacto en la ciudad que incluso cambió la distribución social de la población, pues las familias pudientes que vivían en los barrios del sur se desplazaron hacia el norte, escapando de la enfermedad.

Mientras las grandes casas abandonadas se convirtieron pronto en inquilinatos de inmigrantes, en el norte las familias ricas fundaron luego los barrios de San Isidro y San Fernando. Otras se refugiaron en sus quintas de los arrabales capitalinos, los actuales barrios de Flores y Belgrano.

A este éxodo se sumó también el de las autoridades nacionales y municipales para ponerse a resguardo. Incluso de los 160 médicos que había en Buenos Aires, cien abandonaron la ciudad. De los 60 médicos que se quedaron a cumplir con su labor, una docena murió a causa de la epidemia.

Pronto la ciudad quedó desierta, y la población se redujo a 60.000 personas. En ese escenario, las casas y negocios abandonados fueron tomados por delincuentes que se dedicaron a robar en las casas de las víctimas. Además, a medida que iba aumentando la cantidad de muertos aparecieron escribanos que se ofrecían, a cambio de dinero, para redactar testamentos aún cuando la persona estaba viva. 

Pese al caos y al avance de la enfermedad, en febrero el gobierno permitió que se celebraran los carnavales y la concentración de personas en bailes y corsos potenciaron el contagio. Para marzo, a poco más de un mes del inicio de la epidemia, los muertos diarios se contaban por centenas.

Como la situación era incontenible se suspendieron los bailes, se paralizaron las industrias, y no funcionaban las escuelas, los bancos, los teatros, los tribunales y la aduana. Los negocios abrían durante pocas horas y los víveres escaseaban. En abril los muertos ya eran más de 8.000, y el 10 de ese mes los registros de la época indicaron el fallecimiento de 546 personas, lo que fue el récord durante el tiempo que duró la epidemia.

En ese tiempo, a iniciativa de Héctor Varela —director del diario "La Tribuna"— se creó una Comisión Popular para ayudar a quienes no podían abandonar la ciudad e intentaban sobrevivir. Su entrega fue generosa y desinteresada, y muchos de los integrantes de esa comisión murieron ayundando a los más pobres.  Aristóbulo del Valle, José C. Paz, Lucio V. Mansilla, Bartolomé Mitre (ex presidente de la Nación y fundador del diario "La Nación"), Bartolito Mitre, Roque Pérez, Manuel Argerich, fueron solo algunos de los integrantes de la comisión que hoy dan nombre a calles, instituciones y zonas de la capital porteña.

Entonces, Buenos Aires no tenía muchos hospitales y para atender a los enfermos que se contaban con decenas de miles se construyeron lazaretos y locales de emergencias. Asimismo, la gran cantidad de muertos devino en la inauguración —el 14 de abril y en tiempo récord— del cementerio de La Chacarita, porque los de la Recoleta y del Sur (hoy convertido en el Parque Florentino Ameghino) no dieron abasto. En el Parque Ameghino hoy se puede ver el Monumento a los caídos por la fiebre amarilla. Erigido en 1899, el monumento se encuentra donde antes se ubicaba el edificio de la administración del cementerio, frente al hospital de infecciosas Francisco Javier Muñiz, y lleva la siguiente inscripción: "El sacrificio del hombre por la humanidad es un deber y una virtud que los pueblos cultos estiman y agradecen".

El dantesco episodio fue menguando con la llegada de los primeros fríos, que diminuyó la reproducción del mosquitos y permitió que de a poco la epidemia cesara.

La falta de preparación de la ciudad para este tipo de situaciones fue evidente y el gobierno tomó varias medidas a partir de la tragedia. En la segunda mitad de 1871, por ejemplo, se iniciaron obras de saneamiento en toda la ciudad; se avanzó en el adoquinado de calles, y se sancionó una ley que prohibió las actividades de los saladeros dentro la ciudad, entre otras medidas.


Fuentes para Montevideo:

"La fiebre amarilla en el Uruguay", Héctor Moreira 2017. https://www.identidadflorida.com.uy/wp-content/uploads/2017/10/la-fiebre-amarilla.-panteon-de-los-cerros-de-la-macana-hector-moreira.pdf

La Primera Red de Saneamiento en Sudamérica. Extraído de

https://daos1964.blogspot.com/2015/07/the-first-sewer-system-in-south.html

Montevideo bajo el azote epidémico, Fajardo, Heraclio C. (1833-1868), 1857. Extraído de https://autores.uy/obra/8722

Buño, W. Una crónica de Montevideo. 1857, la epidemia de fiebre amarilla. Montevideo: Banda Oriental, 1983: 108 p.

Fondo Junta de Higiene Pública 1857, 1858, 1859. N° 22, Acuerdo de la Junta de Higiene Pública del 11 de marzo de 1857. Extraído de "Cien años de enfermedad y mortalidad en Montevideo (1760-1860)", Raquel Polllero. Trabajo presentado en las IX Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR, Montevideo, 13-15 de setiembre de 2010) Programa de Población, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Montevideo. https://cienciassociales.edu.uy/wp-content/uploads/2013/archivos/Mesa_4_Pollero.pdf

"Bio-biliografía de Washington Buño (1909-1190)", Fernando Mañé Garzón. https://www.smu.org.uy/dpmc/hmed/historia/articulos/buno-bio-biblio.pdf

Montevideo en el siglo XIX. Tomo 3. Alfredo R. Castellanos. Editoria Nuestra Tierra, 1971, 60 páginas. https://www.periodicas.edu.uy/o/Nuestra_tierra/pdfs/3-Montevideo_en_el_siglo_XIX.pdf

LANGGUTH, Eduardo VARESE, Juan Antonio 2000" Historias y leyendas de la isla de Flores" Torre del vigía Ediciones, Montevideo.

BARRÁN, José Pedro 2004 "Historia de la sensibilidad en el Uruguay" Tomo 1 La cultura "bárbara" 1800 1860, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, pp. 28

https://www.periodicas.edu.uy/o/Nuestra_tierra/pdfs/3-Montevideo_en_el_siglo_XIX.pdf

Montevideo bajo el azote epidémico, Heraclio C. Fajardo, Imprenta del Sr. Rosete, Montevideo, 1857. 156 páginas. https://autores.uy/obra/8722

Memoria sobre la fiebre amarilla que en 1857 diezmó la población de Montevideo. Adolfo Brunel and Porfirio Mamani-Macedo. Revista Guaraguao, Año 11, No. 26 (2007), pp. 83-129 (47 pages) https://www.jstor.org/stable/25596602?read-now=1&seq=47#page_scan_tab_contents


Fuentes para Buenos Aires:

Cronología Histórica de Argentina 1870 - 1871 - 1872. Extraído dehttps://www.blogdelujo.com/2010/02/cronologia-historica-de-argentina-1870.html

En 1871 asoló Buenos Aires. La Nación, 21 de febrero de 2008. https://www.lanacion.com.ar/sociedad/en-1871-asolo-buenos-aires-nid989197

La epidemia que hizo agonizar a Buenos Aires. Diego Schroeder, El Territorio, 12 de febrero de 2006. https://www.elterritorio.com.ar/la-epidemia-que-hizo-agonizar-a-buenos-aires-4690074920076955-et

"Vómito negro. Historia de la fiebre amarilla, en Buenos Aires de 1871", Diego Howlin. Revista Persona. Extraído de https://www.revistapersona.com.ar/Persona34/34DHowlin.htm

"La gran epidemia", columna de Omar López Matos. Extraído de https://omarlopezmato.wordpress.com

Parque Florentino Ameghino. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Parque_Florentino_Ameghino

El viejo cementerio de la Chacarita, a 146 años de su inauguración. Cementerio La Chacarita. https://www.cementeriochacarita.com.ar/?p=2570

El parte policial en el que se basó Juan Manuel Blanes para pintar "Un episodio de la fiebre amarilla". El Historiador. Extraído de https://www.elhistoriador.com.ar/el-parte-policial-en-el-que-se-baso-juan-manuel-blanes-para-pintar-un-episodio-de-la-fiebre-amarilla/

Montevideo, Uruguay  -  Agosto 2019
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